Con la llegada de la primavera, la alergia es la patología que más se padece, pero no todas las alergias tienen
un desencadenante estacional.
Lo que sí sabemos es que la alimentación tiene un papel fundamental en el funcionamiento óptimo del sistema inmunológico y que la nutrición debe ser la base para el tratamiento y prevención de todas las alergias. La prevalencia de alergias aumenta cada año de manera alarmante en todo el mundo calculando que un 40% de la población está afectada. Entre un 40-50% de los niños en edad escolar sufren sensibilidad a uno o más alérgenos comunes.
Los factores principales
Entre los factores principales que está produciendo este incremento de las alergias destaca el aumento a la exposición de antígenos. El aumento de la contaminación atmosférica y la temperatura ambiente hacen que se incremente la presencia de polen, de insectos y de hongos asociados a enfermedades alérgicas.
Por otra parte, la industrialización de los alimentos y productos que utilizamos asiduamente también hace que estemos en contacto continuo con antígenos que producen una sobrerreacción de nuestro sistema inmunitario. Un factor determinante es la pérdida de la función protectora de las barreras mucosas, principalmente la gastrointestinal, la pulmonar y la urogenital. Las mucosas separan el medio externo del interno, siendo la primera línea de defensa presentando el desarrollo de un sistema inmunológico completo en su superficie.
El intestino constituye la mayor superficie mucosa del organismo. Cuando está sano actúa permitiendo el paso a la sangre de los nutrientes y bloqueando el de sustancias potencialmente dañinas. En él se encuentran el 70-80% de las células linfoides y la producción de muchísimos anticuerpos. Es la zona del organismo donde hay más paso del exterior al interior.
Cuando su mucosa está dañada, aumenta la permeabilidad intestinal pasando a la sangre sustancias que no deberían pasar: toxinas, químicos, microorganismos, macromoléculas y alimentos parcialmente digeridos, que circularán por nuestro organismo. Esto provocará el ataque de nuestras defensas frente a estos antígenos y a sustancias parecidas, presentes en nuestras articulaciones, bronquios, piel, etc. Esto puede ocasionar el desarrollo de alergias, patologías inflamatorias y autoinmunes, etc.
Los desencadenantes más potentes que provocan el aumento de la permeabilidad intestinal son la disbiosis intestinal (presencia de ciertas bacterias intestinales o el sobrecrecimiento bacteriano y fúngico), la sensibilidad al gluten no celiaca, el consumo excesivo de caseínas, la polimedicación, el estrés, una dieta inadecuada y la industrialización de los alimentos (alto contenido en pesticidas, herbicidas, aditivos…).
Un factor importante es la alteración de la respuesta inmunitaria producida principalmente por el exceso de alérgenos por permeabilidad intestinal, un sistema inmunitario alterado en la infancia (deficiencia de leche materna, dieta inadecuada…), la carencia de micronutrientes que controlan la inflamación y la activación excesiva de las células inmunitarias, un hígado sobrecargado que ve comprometida su función de detoxificación, infecciones víricas y la predisposición genética.
La respuesta exagerada del sistema inmune puede producirse frente a antígenos intracelulares (patologías autoinmunes) y frente a antígenos extracelulares, hongos o parásitos. Esta última respuesta englobaría las enfermedades alérgicas, una respuesta mediada principalmente por la liberación de histamina produciendo inflamación en los bronquios (asma, moco), en el tracto gastrointestinal (mucosidad, dolor), en la piel (dermatitis), etc. Las células histaminérgicas se activan rápidamente al despertar provocando estornudos, rinitis y mucosidad nada más levantarnos.
En el tratamiento es prioritario conseguir una permeabilidad óptima de las mucosas para evitar que los antígenos que hacen reaccionar al sistema inmune lleguen a la sangre, así como ayudar al hígado para que elimine el exceso de aminas y sustancias tóxicas.
Tratamientos
Las pautas del tratamiento se basarán en:
-Aumentar alimentos antihistamínicos como la vitamina C, el té verde, el limón, el tomillo, la cebolla, el ajo, los rábanos, etc.
-Ayudar a la detoxificación hepática consumiendo alcachofa, ajo, cebolla, rábano negro, cardo, coles, etc.
-Gestionar el estrés. El estrés crónico produce unos niveles altos de cortisol. El exceso de cortisol actúa, por una parte, como inmunosupresor alterando la reacción del sistema inmune y, por otro lado, produce una irritación en la mucosa intestinal provocando irregularidades en el tránsito, gases, hinchazón, dolor lumbar, entre otros síntomas. Por tanto, la gestión del estrés es prioritaria. Para ello debemos realizar una terapia de psicoanálisis, aumentar la calidad del sueño, realizar actividad aeróbica y aumentar nutrientes como el triptófano o el magnesio para la producción de serotonina, la cual se produce mayoritariamente en el intestino.
-Malnutrición y desnutrición. Actualmente, podemos decir que estamos sobrealimentados, pero malnutridos y desnutridos. Los excesos alimentarios, el consumo de alimentos inflamatorios, aditivos, metales pesados, pesticidas y exceso de putrefacción provoca una malnutrición de nuestras células. Por otra parte, el incremento de nutrientes, como vitaminas y minerales (vitamina A, C, E, B6, zinc, cobre, selenio), ácidos grasos esenciales (modulan la producción de prostaglandinas y, por tanto, son mediadores de la inflamación del organismo), aminoácidos esenciales, antioxidantes y fibras prebióticas son imprescindibles para la mejora de las barreras físicas, la protección de las células inmunitarias y la producción de anticuerpos.
La Nutrición
La nutrición es un factor determinante de nuestra respuesta inmune. Para mejorar esta capacidad inmune a través de la nutrición podemos actuar desde diferentes ángulos:
-Conseguir una barrera mucosa óptima. Aumentar nutrientes que permitan reestructurar la barrera intestinal: vitamina A, B6, B8 y glutamina. Equilibrar la flora intestinal, eliminando la disbiosis (sobrecrecimiento fúngico y bacteriano, como la candidiasis, muy habitual en el organismo) y consiguiendo una correcta microbiota. La microbiota intestinal tiene como una de sus funciones principales interactuar con las células inmunitarias para controlar la producción de las inmunoglobulinas responsables de la reacción alérgica.
-Modular el sistema inmune para reducir la sobrerreacción ante los antígenos a los que estamos expuestos. El consumo de vitamina D y betaglucanos nos ayudará mucho en esta función.
En conclusión, debido a que la etiología es multifactorial, debemos realizar un tratamiento holístico. Para ello, es imprescindible hacer un diagnóstico correcto desde la medicina integrativa. Cambiar nuestros hábitos alimenticios y aprender a comer de manera equilibrada debe ser una prioridad en la base del tratamiento de cualquier patología.
Fuente:www.vivosano.org